01 marzo 2018

PRIMER DÍA DE UNA NUEVA/VIEJA INSTITUCIONALIDAD

Foto Arturo Navarro, 28 de febrero 2018


Imposible no referirse hoy a esta fecha, primero de marzo de 2018, cuando comienza su vida una institucionalidad cultural de pantalones largos, que venimos anhelando desde 1988. Si, desde aquel 5 de octubre en que "ganó la gente", y quedó en evidencia que el mundo de la cultura comenzaba a ser protagonista de la historia patria. A pesar de que en la estructura de nuestro Estado sólo existía un modesto Departamento de Extensión Cultural en el Ministerio de Educación. Fue la sociedad civil la que comenzó a soñar, idear y ayudar a concretar esta estructura que celebramos.


El primer esbozo, fue del entonces Ministro del ramo, Ricardo Lagos que creó una comisión de estudios que animó su asesor cultural, Manuel Antonio Garretón y que convirtió el modesto departamento en una División de Cultura, un escalón superior en la institucionalidad pública.

De esa División, queda el recuerdo de sus Jefes: Ágata Gligo (escritora magallánica, fallecida en el cargo); Pilar Armanet (hasta hace unos días rectora de una universidad privada); Eugenio Llona (periodista, que regresaba de su exilio en Roma) y Claudio Di Girólamo, recordado por sus Cabildos Culturales.

Paralelamente, la sociedad civil se reunía, en el flamante Centro Cultural Estación Mapocho, para organizar, junto a ocho diputados, el Primer Encuentro de Políticas Públicas y Legislación Cultural, que derivó en la Comisión Presidencial que encabezó Milán Ivelic, redactora del histórico informe Chile está en deuda con la cultura, consensuado por sus variopintos integrantes, desde el senador Gabriel Valdés, diputados, gestores culturales, artistas y empresarios. Diez y siete personas en total que redactaron tambien el primer proyecto de Consejo Nacional de la Cultura y un articulado nuevo para la llamada Ley de Donaciones Culturales.


Ambos textos fueron al Parlamento y, junto a una Ley de Propiedad Intelectual, fueron aprobados sin dificultades, no sin antes haber sido refundida -la ley del CNCA- por el académico Agustín Squella que, además estrenó el cargo de Asesor Presidencial de Cultura de Ricardo Lagos.

Desde aquel logro, en 2003, que nos dejó un CNCA participativo de la sociedad civil y con sede en Valparaíso, quedó un pendiente: la DIBAM se resistía a formar parte de la nueva institucionalidad. Sus máximos directivos -con la excepción de Clara Budnik- se esforzaban por mantener la independencia.

El mismo rango institucional de ambos servicios hizo imposible la coordinación que sugería la ley hasta que quedó claro que solamente una instancia de rango superior podría reunirlos. De ahí el Ministerio, que comenzó a quedar claro bajo la primera presidencia de Michelle Bachelet. Sorpresivamente, fue el primer gobierno de Sebastián Piñera quién se lanzó a la piscina, con un fuerte énfasis en mantener el carácter vinculante de las políticas culturales creadas de manera participativa, con sociedad civil incluída.

Esa voluntad, expresada por Luciano Cruz Coke, fue abriendo condiciones para quebrar la oposición de la DIBAM, lo que entendió el gobierno de Bachelet que, superada la objeción de la ausencia de una Consulta Indígena -mediante una operación encabezada por Claudia Barattini-, para avanzar hacia el Ministerio que mantuviera -en la medida de lo posible, en nuestro ordenamiento orgánico- las instancia participativas.

Así fue como Bachelet, en el segundo aire de su segundo mandato, puso un Ministro Presidente del CNCA fuerte y cumplidor -Ernesto Ottone- y trasladó la segunda autoridad patrimonial -Ana Tironi- a la subdirección del CNCA. 

En ese momento se consolidó el Ministerio. Restaba sólo consensuar con los gremios involucrados la nueva planta funcionaria, lo que la dupla Ottone/Tironi hizo con rapidez y eficacia.

Ello permitió que una institución que databa de 1929 y otra que apenas llegaba a los 15 años de vida, terminaran dando paso al Ministerio.

Ese es el camino que se inicia hoy, la unión de dos servicios de diferentes características que convergen en una institución descentralizada, con instancias consolidadas de participación y la alegría de mucho que nos sentimos con la satisfacción de haber formado parte de un proceso largo y fructífero.

Como los buenos procesos: un aporte para Chile.

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