06 octubre 2015

EL MODELO MAPOCHO DE GESTIÓN CULTURAL Y AUTOFINANCIAMIENTO



Un vídeo fue la carta de presentación ante la Reina Sofía, que galardonó al Centro Cultural Estación Mapocho con su Premio Internacional por la preservación del patrimonio y la difusión de la cultura, en su versión 2008, entregado el 24 de abril de 2009 en el palacio de Viana, en Madrid. Un premio muy honroso y que recibimos de sus manos, simplemente por cumplir nuestra doble misión, estampada a fuego en el acta constitutiva de la Corporación Cultural de la Estación Mapocho del 15 de febrero de 1991.

Dicho vídeo fue seguido por un discurso que tejimos como una arpillera, con fragmentos de frases de nuestro público, que fueron quedando en el cuaderno siempre a disposición de nuestros visitantes. Así, llevamos a esta notable ceremonia las palabras de a quienes nos debemos -nuestras audiencias- y las palabras de creadores chilenos, expresadas en el poema de Neruda; la canción ganadora del concurso en homenaje de los cien años de la estación Mapocho de José Cornejo y Alejandro Bianchi e interpretada por Santiago Rettig, y registros fotográficos que forman parte de la Memoria visual del Centro Cultural Estación Mapocho tanto históricos como aquellos captados por Luis Navarro Vega.

Entendiendo que el trabajo realizado es fundamentalmente de equipo especialmente con las tres directoras de las áreas del Centro Cultural Estación Mapocho (María Gracia Valdés, Cultura; Ghislaine Asfura, Desarrollo, y Myriam Barrientos, Administración).

Expondré sobre tres aspectos:
1.     Lugar del patrimonio en el desarrollo cultural actual
2.     El modelo Mapocho y su trabajo patrimonial
3.     La impronta del autofinanciamiento
Más un cogollo sobre el aporte que podemos hacer hoy en este campo.

EL PATRIMONIO EN EL ACTUAL DESARROLLO CULTURAL
El patrimonio es nuestra herencia cultural, un legado que aspiramos a hacer nuestro y transmitirlo a las nuevas generaciones.
La defensa del patrimonio, desde que surgió como oficio en el siglo XIX y que luego adquirió nuevos bríos con posterioridad a la segunda guerra mundial, ha seguido varias tendencias, de las cuales cabe destacar dos:
Un enfoque monumental y museístico. Consiste en la puesta en valor de bienes culturales que estimamos representativos de una época, de la nación. Es también una forma de conmemorar a los antepasados (monumentos, nombres de calles y avenidas). Es un enfoque que tiende a la conservación, a “sacar la foto” y preservarla sin modificación. Corre el riesgo de actuar como una pesada ancla en el pasado que impida a la embarcación movilizarse en el presente: no solo esta no saldrá del puerto sino que corre el peligro de no sortear adecuadamente las aguas cuando estas se vuelvan torrentosas.
Un enfoque desarrollista, de inserción en el mercado mundial. Conservar los bienes patrimoniales hasta convertirlos en herramientas del crecimiento económico, de promotores del turismo interno y externo, de sede simbólica para actividades comerciales de envergadura… Pero, corre el riesgo de sucumbir ante los apetitos económicos de quienes invierten en la preservación pero tienen sus ojos puestos no en la embarcación sino en el valor de los objetos almacenados en sus bodegas para ser transportadas pronto a otro puerto.
Chile tiene un defecto importante, frente a ambos enfoques: que nos encantan los terremotos y los tsunamis. De a poco hemos aprendido a construir edificios más sólidos y gracias a ello y al comportamiento aprendido –cultural- de sus habitantes, cada nuevo remecimiento de las placas del subsuelo cobra menos vidas y hasta somos admirados internacionalmente por ello. Se instala entonces un complemento a la tarea patrimonial que es restaurar o reconstruir casi permanentemente, lo que obliga a incorporar esa tarea  entre las ocupaciones habituales, para evitar así gastos inconmensurables ante cada fenómeno telúrico.
El 27/F tuvo un costo en reparaciones de daños de algo más de $17MS, mientras el 26/S menos de un millón.
Si bien hay muchos aspectos en los que el trabajo de los gestores con el sector privado o las audiencias puede contribuir a una infraestructura cultural, la edificación o la restauración no está entre ellos. La forma de salir de este círculo vicioso es utilizar los aportes de la gestión en labores de manutención que reduzcan al mínimo las necesidades derivadas de una tragedia natural. Su complemento, debiera ser la existencia de programas estatales permanentes de apoyo a edificios que sufren daños impredecibles.
Porque los edificios de la cultura pueden esperar, pero aquellas actividades artísticas que acogen, no. Son precisamente los espacios donde la población puede y debe refugiarse en las tragedias para reconfortarse con un libro, estimularse con una obra de teatro o engrandecerse con una muestra de artes plásticas.
El financiamiento cultural debe también asumir una condición mixta en la cual las audiencias y los gestores contribuyan con recursos para la prevención y el Estado se haga cargo, inevitable y rápidamente, de ser necesaria, de la restauración.

EL MODELO MAPOCHO Y SU TRABAJO PATRIMONIAL
Son varios los rasgos que adquiere el trabajo patrimonial del Centro Cultural Estación Mapocho. Destaquemos cuatro:

El primero es que el trabajo patrimonial del centro cultural es de la esencia a su existencia. La doble misión original de preservar el patrimonio y difundir la cultura.

El segundo es que la conservación del edificio Monumento Nacional es una tarea permanente, que por más de 25 años se ha mantenido en excelentes condiciones de conservación, mantención y de servicio a las múltiples actividades que cobija en sus espacios. Esto ayuda a construir un sentimiento muy importante: la estación Mapocho es querida, admirada, creíble, no por un público de elite informado sobre las tendencias arquitectónicas e ingenieriles de su construcción sino por toda la población.
-“Es un centro ciudadano”, afirman muchos visitantes, al que ningún sector social se resta. Según el Observatorio del Público, hemos recibido mas de 16 millones de personas a diciembre 2014 (16.007.079), con un promedio anual, en los 19 años, de casi 850 mil personas (842.478). De ellas, la mayor cantidad puede identificarse como una clase media culta (C2), mayoritariamente mujeres y jóvenes.
Este año 2015 el público, de enero a septiembre, ya alcanza más de 640 mil personas (640.972), comparado con el año 2014 a la misma fecha era sólo 465.293, lo que augura que superaremos el promedio anual, dado que aún nos esperan festivales culturales masivos como FILSA, Pulsar, Feria Verde o Deco Market. Casi puedo afirmar que rasguñaremos el millón de visitas, cifra que hemos alcanzado un par de años anteriores.

Tercero, si bien festejos necesarios como el Día del Patrimonio cultural ayudan a atraer visitantes a muchos espacios en el país, nuestra filosofía es que el Centro Cultural Estación Mapocho está siempre abierto para ser visitado. Y de hecho es lo que ocurre de la mano de la programación que copa prácticamente los 365 días del año, alcanzando un promedio del 80% de público fiel en los mismos 19 años. Pero también esa apertura total nos permite ser un lugar al alcance de la mano de la curiosidad de los turistas, de los transeúntes, de quienes se admiran por las características multiformes del barrio.

Cuarto, lo anterior se complementa con el hecho de que el Centro Cultural Estación Mapocho promueve la preservación, la difusión del patrimonio en su más amplia acepción. Son ejemplos de actividades que tienen esta característica:  Culturas en el aire, el Taller de Arte Textil Mapuche Ad Llallin, las exposiciones pluriculturales, las réplicas de FICIL, Cielos del Infinito, la Expo Cumbre de la Américas con su sección Tesoros de la Biblioteca Nacional y El señor de Sipán… Adicionalmente, hay una tendencia a realizar en nuestro centro las charlas de extensión que nos invitan a dictar o de estudiantes que vienen a conocer experiencias como los del doctorado en Gestión Cultural de la Universidad de Ohio, de la U de Concepción,  del DUOC o del magister en Gestión Cultural de la Facultad de Artes de la U de Chile.

LA IMPRONTA DEL AUTOFINANCIAMIENTO
¿Bajo qué condiciones se realizar todo lo anterior? Bajo la impronta del autofinanciamiento.  Una condición que se nos advirtió desde el inicio (“no queremos otro Teatro Municipal”) que aceptamos gustosos y que hoy valoramos como el gran defensor de la libertad para programar actividades. Ello significa que NO RECIBIMOS DINERO ALGUNO DEL GOBIERNO NI DEL MUNICIPIO. Que nos auto financiamos en un 100%.

Afortunadamente, este camino del autofinanciamiento ha sido también un camino hacia el autofinanciamiento cultural. Es decir, hemos aumentado severamente la cantidad de actividades artísticas que nos permiten alcanzar el monto de nuestras necesidades anuales (858M$ el 2014). Así, en 1995 el 48% de nuestros ingresos provenían de actividades culturales; % que subió al 60% el año 2000; al 74% en 2005, y estamos ya en el 85% el año pasado (2014). Es decir, somos capaces de autofinanciarnos con ingresos derivados de actividades culturales. El 15% restante proviene de actividades corporativas (cenas, entregas de subsidios, fiestas de empresas, cerradas al gran público) o abiertamente comerciales (Expo Vivienda).

Para dar más cifras, somos un Centro Cultural con 16 empleados con contrato indefinido (incluidos los 4 presentes); siete profesionales externos a honorarios (abogado, camarógrafo, fotógrafo, auditor, sociólogo, guías artísticas) y un par de decenas de personas que trabajan habitualmente para las empresas que desarrollan los servicios externalizados que requerimos permanentemente (mantención, aseo, seguridad, computación).

Además, autofinanciar no significa sólo gastar lo que ingresa, y dar algunos subsidios a festivales culturales de regiones, sino también prevenir.  Los impenitentes imprevistos (que en Chile ya pueden considerarse previsibles: los desastres naturales) que son en primer lugar la rigurosidad en la mantención del edificio (nuestro principal gasto) y la gestión del patrimonio en condiciones de terremoto y catástrofes, como expresión de un modelo mixto de gestión financiera del tema. En concreto, según nuestro último Balance, el mayor porcentaje de gastos no administrativos corresponde a mantención del edificio (78%), mientras los gastos en difusión de la cultura son un 22%.
Es relevante mencionar el esfuerzo del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes que después del 16/S ha resuelto reasignar 600 millones de pesos a esta tarea, dado los daños sufridos por bibliotecas, centros culturales y museos del Norte chico. Una cantidad pequeña pero que sugiere que, al menos, comienza a existir en un país cuya administración publica no contempla el ítem manutención.

 LA ALTA GESTION PÚBLICA EN CULTURA
 Esta tendencia, cruzada con los innumerables concursos que se hacen, inéditamente en Chile, para buscar altos directivos culturales (Teatro Municipal, Parque Cultural de Valparaíso, Centro de Extensión Artística y Cultural de la Universidad de Chile, Centro GAM) nos ha confirmado una intuición que habíamos detectado en el espejo exterior.
En 2005, unos encuentros binacionales con gestores de Chile y Bolivia y luego Chile y Perú, nos enseñaron que reuniones de este nivel eran muy provechosas para la llamada diplomacia de los pueblos o de la sociedad civil.
Relacionando este ejercicio con una invitación previa, de 2002, de Casa de América de Madrid a exponer nuestra experiencia de autofinanciamiento, que generó una red de centros culturales de América y Europa, con solicitudes posteriores para lo mismo en el Campus Iberoamericano de 2010, Publica de 2013 y la Cumbre Mundial de la s Artes de la Cultura de Johannesburgo de 2007, nos dimos cuenta que había fidedigno interés por conocer lo obrado.
El empujón final vino de GOBERNA América Latina, dependiente del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset, que nos pidió, en noviembre de 2012, elaborar un estudio de caso, con la metodología creada en Harvard, titulado Centro Cultural Estación Mapocho: gestión privada del espacio público, que finalmente se expuso presencialmente en el Banco de la República de Colombia en diciembre recién pasado, ante un selecto grupo de directores de centros culturales de Colombia, Ecuador, Perú y España, que siguieron virtualmente analizando el texto durante el resto del curso.
El resultado, de gran valor pedagógico nos ha llevado a firmar recientemente un Convenio con GOBERNA para intentar desarrollar en Chile un curso de Alta Gestión Pública en Cultura, aliados con alguna universidad, que estamos buscando.
Me parece que es la respuesta a esta necesidad que nuestra sociedad refleja en las búsquedas de ejecutivos señaladas.
Esperamos que así, como ustedes se han interesado generosamente en saber más sobre nuestro caso, podamos más temprano que tarde transmitirla a quienes serán los directores de nuestros museos, bibliotecas, teatro y centros culturales del futuro.
Quizás entonces, podamos sentirnos compensados de haber podido retornar a la sociedad algo del privilegio que ha significado administrar un Centro Cultural que nos ha dado tantas satisfacciones.

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