26 septiembre 2013

EDIMBURGO Y CULTURA: MAS FESTIVAL, MENOS FERIA



Estamos en tiempos de conocer lo que acontecerá en cultura en los próximos años, según los programas de gobierno de los diversos candidatos presidenciales. Aterrizo en este escenario luego de la vivencia de los Festivales de agosto en Edimburgo, invitado por el British Council.

Lo primero que salta a la vista y nos diferencia, es que en el Chile cultural se vive el reino de los "falta", el "gobierno debe", "obligar a", "subir impuestos acá, bajarlos allá", "modificar tal institucionalidad", es decir, mucho estado y poca sociedad civil. 

Por el contrario, el gran festival de la sociedad civil, de los doce que inundan la capital de Escocia, el Fringe, tiene por principio que todo quién tenga algo qué decir y logra un espacio para hacerlo, puede presentarse. Es decir, basta tener un sueño para que sea posible.

Para tener una idea de magnitud de lo que ocurre en agosto en Edimburgo, imagine que todas las muestras que ocurren en el Centro Cultural Estación Mapocho a lo largo de un año -FILSA, Pulsar, Ch.ACO, Festigames, Diseño, FICIL, Arquitectura, Cielos del Infinito- transcurren simultáneamente; imagine que Teatro a mil y los demás festivales de teatro de Chile ocurren a ese mismo tiempo, en una misma ciudad mediana; imagine que esa ciudad es a la vez caminable y patrimonial, como Valparaíso o San Pedro de Atacama. Imagine que las calles, hoteles, restaurantes están llenos. Imagine todo eso simultáneamente y todavía no podrá reproducir exactamente lo que acontece cada año en Edimburgo y sus festivales.

Todo comenzó en 1947 cuando se creó el Festival Internacional de Edimburgo, fuertemente apoyado por los gobiernos local y nacional, que se presenta sólo en ocho salas clásicas de la ciudad y pretende que los escoceses tengan acceso a lo mejor de las artes escénicas universales. Allí, por ejemplo, se presentó el mes pasado, Histoire d' amour, la ultima obra de nuestro Teatro Cinema.
La persistente inversión pública en cultura, buscando la excelencia, generó una reacción de una sociedad culta que percibe que existen muchísimos otros creadores que tienen derecho a expresarse, aunque su obra no quepa en el Festival Internacional.

Entonces cierran vías, construyen escenarios por doquier y ofrecen sus espacios -iglesias, restaurantes, colegios, hospitales, facultades, pubs, casas- para acoger a compañías de la más diversa procedencia que asumen directamente -debidamente caracterizados- la publicidad de sus presentaciones  los riesgos del emprendimiento y se organizan para administrar a través de un Consejo participativo, su principal fuente de ingresos: la oficina de tickets, la que se financia con un 3% de las ventas, presenciales o virtuales. El resto del dinero va directamente a las compañías y sus espacios.

El sector público no aporta más del 5% del costo total. Un auspiciador -Virgin- pone los recursos para difusión y plataformas callejeras.
Con ello, la ciudad triplica sus habitantes, la hostelería, la gastronomía y las salas de teatro, improvisadas o habituales, desbordan. Casi todo espectáculo es pagado, a un valor entre 10 y 20 Libras (8 y 16 mil pesos).

Uno de los más notables es el Book Festival, que celebra a los autores y sus libros. Se monta en un parque público con carpas, grandes para vender libros (firmados y no firmados por los escritores), otras para conferencias con capacidad para 300 y 600 personas. Otras tiendas, más pequeñas y acogedoras son sólo para escritores, con trato de estrellas rock, sin acceso del público, alfombradas, calefaccionadas y surtidas de bebidas y comida. Los pasillos son presididos por grandes fotos de autores sobre fondo blanco en alguna pose característica. Muchas áreas verdes con asientos cómodos para leer, jugar, asolearse y no necesariamente consumir. Hay exhibidores especiales para los libros presentados los días recientes.
El festival del libro se financia en 80% con tickets, auspicios y cafeterías. A los autores se les paga por sus charlas, a las que se cobra entrada (£10) y exhiben considerables filas de lectores interesados en asistir. Es realmente un parque público al que se accede gratuitamente y posee espectáculos permanentes para niños, y variados concursos de portadas infantiles. Se advierte en todo, una curadoría central y un sólido auspicio de The Guardian.

Se podría decir que se privilegia a los autores y en segundo término a los lectores. Las marcas editoriales casi desaparecen dentro de estantes clasificados por temas o fechas de aparición más que por sellos. Es un festival, no una feria.

Es que los festivales de Edimburgo, con 66 años de experiencia acumulada, pueden fundarse en audiencias   cultas que siguen habitualmente a sus creadores favoritos y no esperan que ello sea gratis. Sólo que sea  de calidad, a la que están acostumbrados por un modelo de desarrollo cultural basado en Consejos de las Artes (Arts Councils) que tienen como meta la cultura de excelencia.

A nosotros nos falta para ello, mejorar el apoyo a los artistas trayendo, con apoyo público y privado, manifestaciones de excelencia de todo el mundo, de modo que se estimule así la creación local y constituir audiencias sólidas que asisten a creaciones relevantes a las que se han acostumbrado desde su primera formación.

En este proceso debe contribuir la educación en un maridaje armónico con centros culturales y espacios destinados permanentemente a las artes. Hemos avanzado en este último aspecto, con sendos programas de infraestructura de casi tres lustros, ahora debemos imaginar, en los Programas de gobierno respectivo, en cómo llenar con calidad y habitualidad tales espacios.

Mientras en las escuelas se forman las nuevas audiencias.


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